Amar sin condiciones, es un regalo que nos hacemos a nuestro propio Ser. A nuestra mejor versión. Y entonces repercute en nuestra relación con el otro, con las otras personas.
De pronto un día te encuentras en otros ojos, y eres capaz de ver la eternidad a través de ese espejo. Tu alma vibra, y todo tu cuerpo encaja la realidad desde otra perspectiva. Incluso sientes que cada sonrisa es una forma de hablar sin palabras. Y cuando sucede está magia, que llamamos amor si efectivamente es real, es decir, sin ilusión se extiende a todo ser, empiezas a aceptar sin juicio, y a comprender con sabiduría que todo pasa por algo y qué sólo tienes que fluir. Sientes que ya nada mermará tu paz, y toda tu creatividad se vuelve arcoíris… vives tus sueños y de pronto tu conexión irrompible enfrenta un desafío: decir adiós, mientras se sigue amando.
No importa la circunstancia del adiós, no importa el tiempo ni la distancia, porque en cada caso como dije arriba: todo pasa por algo. Nuestro crecimiento es individual, nuestra sanación es propia lo mismo la resolución del karma y los patrones familiares o culturales: Nuestro camino somos nosotros mismos, sólo hemos tenido la inmensa fortuna de habitar en comunidad con el otro de manera armónica. Con nuestros do, re, mi fa, sol, la, si, y sí… con sus bemoles. Qué hermoso. Qué dicha. Y qué dolor se experimenta con la separación, mientras se sigue amando. Porque el amor sigue siendo desde nuestro corazón, hacia nosotros mismos y desde ahí al otro.
Aprender a vivir sin apego, en nombre del amor, es nuestro regalo. Nuestro presente, nuestra propia sinfonía. Hemos de abrir camino, y coger nuestra ligereza, sin drama, es decir, sin gravedad. Somos astronautas de un espacio infinito. De un universo que no conoce límites, expandirnos en nuestras posibilidades.
Me encanta decir “no hay recetas”, parezco disco rayado, es así para mi. Cada relación es diferente, como cada persona, con su propia historia. El amor lo es todo, porque es lo único que nos pertenece y por eso el amor es dar. Y darnos la libertad de Ser con otro es también poder ver al otro en su propiedad, en su amor con otros, y así la espiral de la vida.
Existen muchos mitos y leyendas muy interesantes que se recogen incluso en las distintas culturas sobre el amor de la pareja cósmica. Platón en “El Banquete” habla de las almas gemelas, y existe un mundo de literatura sobre las twin flames. Pienso que los mitos y leyendas están llenos de sabiduría ancestral, no debemos tomar los mismos como fórmulas de la existencia. Cada uno tenemos nuestra propia sabiduría. Lo interesante de todas las narraciones que podemos encontrar sobre los divinos masculinos y femeninos (sin traspolar a las preferencias sexuales), es decir, sobre el encuentro con el espejo es que hay un subrayado, en negritas, cursiva y con *asteriscos*: *el crecimiento del amor inicia en lo individual*. Por más que amemos al otro y el otro nos ame a su modo, el amor real surge de la aceptación, de la comprensión y de la elevación propia. El resultado puede ser el beso inesperado, o la amistad profunda. Quizá, el viaje juntos, o la renuncia pasajera o hasta otra vida dirían los hinduistas, taoístas o budistas. Nunca se sabe, porque de lo eterno estamos y somos todos aprendices, yo la primera. Lo que puedo aportar es que el amor que se entiende como pareja es oportunidad para abrirse a todas nuestras relaciones, aunque cada uno está en su piel, corazón, espíritu y mente de experimentar según lo sienta de modo diferenciado con los otros. La pareja cósmica se presenta en las narraciones ancestrales como el camino al amor incondicional. Es decir, nada tiene que ver con el amor romántico de la 3era. dimensión: “y vivieron juntos felices para siempre”.
El amor incondicional es algo en lo que a nivel humano estamos todavía despertando de manera atomizada, estamos llenos de pistas filtradas a través de la religión, por ejemplo, la más conocida en el mundo occidental es la de Jesús y Magdalena, se habla poco de su amor romántico y si mucho de su expresión de amor, que inundaba su Ser, con los otros. Si hemos encontrado el espejo amemos nuestra libertad, entonces la del otro para que sea su mejor expresión, tal y como deseamos lo mismo en nosotros. Eh, eh, eh, eh! Nadie dijo que fuera fácil y que con pura voluntad se resuelve el apego, pero empieza por abrazarte, por amarte tanto que sin proponértelo cambies el mundo, el mundo propio (interior/exterior). Somos UNO.
Amando, es como entenderemos mejor el amor incondicional. Amando porqué es gerundio. Se aprende conscientemente en el aquí y ahora, emitiendo y recibiendo. Se trata de Ser amor, sin expectativas, sin esperar, dejando sorprender (te) (nos) en la acción, y poniendo al centro nuestra alegría de compartir. Acción que no está definida ni por el tiempo, ni el modo, ni el número, ni la forma, ni la persona, sino desde nuestro corazón y alma. Amando desde sí para sí y entonces para fuera. Dar… dar lo mejor de nosotros, dar, dar, dar…
Hay unas líneas de una canción mexicana, de Juan Gabriel, canción que luego toma otro rumbo, pero que dice: “Que seas muy feliz, estés donde estés, cariño, no importa que ya, no vuelvas jamás, conmigo”… Aplica para la relación padres/madres-hijos, amistad, pareja, etcétera. Soltar, seguir nuestro camino, elevar nuestra frecuencia según vayamos sintiendo. Nosotros mismos somos el amor. Encontrarnos cuando podamos dar lo mejor, separarnos para seguir creciendo en nosotros mismos, y en otros. El amor incondicional y el desapego no significan dejar de amar a nuestro o nuestros seres especiales, todo lo contrario, significa renunciar al miedo para amar con mayor transparencia. Nada ni nadie nos pertenece sólo nuestros latidos mientras estemos vivos.
Gracias amor por tu sabiduría, gracias siempre por dejarme obrar en gerundio.
Linda Acosta Rodríguez.
Khrisna y Rhada.
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